En la vida del ser humano sin importar su cultura siempre se han escuchado contar relatos fantasiosos que en sus narraciones dejan una sensación de que lo que sucedía en ese relato, pasaba en la cotidianidad propia.
En las sociedades antiguas se narraban fábulas que en su moraleja juzgaban la avaricia y afán de poder, daban enseñanza de que en ese afán por ser prestigioso se podía perder hasta la propia dignidad y quedar como esclavo; otra fábula relata acerca de la decepción que el humano puede experimentar cuando en su ilusión de hacer algo se da cuanta de lo difícil que es cumplirlo, intenta en sus letras “bajar de la nube” al que fácilmente se ilusiona.
Fábulas… como una que entre sus líneas deja el sabor de aprender con el error ajeno, aprender con quien se equivoca; fábulas hay muchas, una enseña: “para un guapo hay otro guapo”; otra muestra como “muerto el capital, acabado el interés”, entre otras que enseñan como las personas pueden llegar a ser “mas torcidas que cabuya en un bolsillo” en vez de ser “constantes como el coto”; pareciera que la humanidad de tiempos pasados ya hubiese vivido tiempos de escasez como en los que vivimos nosotros por culpa del daño provocado al planeta.
Por eso nos instruyen ciertas fábulas, acerca de ¿cómo en tiempos de bonanza no nos preocupábamos por la tormenta que algún día pudiese llegar?.
Las fábulas contienen gran sabiduría, con clara ejemplificación nos muestran como aprender de una manera ‘indirecta’ como actuar en los problemas que se nos presentan.
Por: Cristian Rebellón-Paola Barona 11-6
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